Mario tiene 12 años. Hace tan sólo un año le fue diagnosticado TDAH, subtipo predominantemente inatento, lo cual supuso para él casi el final de “su mundo”. Pocos meses después, habíamos conseguido reconstruir su vida. Sin embargo, los frecuentes trastornos comórbidos que acechan a los pacientes con TDAH, ha supuesto – un año después – una recaída que nos llevará algún tiempo superar; a Mario, a sus padres, a sus profesores y, a todos aquellos que ya formamos una pequeñísima parte de la vida de Mario.
Pero, ¿qué es eso del TDAH?
El trastorno por déficit de atención – con o sin hiperactividad- es un conjunto de fenómenos neuropsicológicos, cuyos síntomas nucleares son la falta de atención, la hiperactividad y la impulsividad.
Y se le denomina trastorno porque es un conjunto de síntomas que tiene una causa (etiología) común y siguen una evolución (curso y pronóstico) igual. No podemos decir que es “una enfermedad” porque estaríamos indicando la existencia de una lesión cerebral, lo cual es incorrecto. Sin embargo, sí es una alteración en la conducta infantojuvenil que se define como trastorno psicológico.
¿Qué diferencias hay con el déficit de atención?
Si diagnosticamos a un/a niño/a o adolescente, un trastorno por déficit de atención con hiperactividad, subtipo predominantemente inatento – así lo encontraríamos en el DSM-V- estamos indicando que el paciente tiene períodos en que puede mantener la atención de una forma insuficiente, lo cual le acarrea problemas a nivel de rendimiento académico, sobretodo, ya que le produce problemas de comprensión y, por tanto, de aprendizaje.
¿Qué es la hiperactividad?
También llamada hipercinesia o hiperkinesia, se refiere a la actividad psicomotora exagerada. Entonces, tanto los pensamientos como la actividad física ocurren a una velocidad aumentada, teniendo en cuenta la edad del paciente.
Como ejemplo, es típico que estos niños muevan constantemente las manos y los pies y, cuando los padres llegan en la primera visita, típicamente les definen “como si tuviera un motor dentro”.
La primera definición científica de TDAH fue realizada por Still en 1902, en la prestigiosa revista “The Lancet” dónde mencionó el caso de 43 niños con graves problemas de la atención mantenida y la autorregulación de la conducta, en concreto, del control moral.
Posteriormente, en 1914, Tredgold aseveró que el TDAH estaría causado por una disfunción cerebral secundaria a un tipo de encefalitis que provocaría que la conducta quedará afectada.
No es hasta 1957, cuando Lauferr y Denhoff hablan, por primera vez, de síndrome hipercinético (híper- mucho, cinético-energía, movimiento).
Y, hasta 1968 no es incluido en el DSM-II (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, que es una de las herramientas que usamos los psicólogos para diagnosticar) como reacción hipercinética de la infancia. En 1980, el DSM-III (cada cierto número de años, aparece una nueva versión de este manual; actualmente estamos en el DSM-V) usa ya el término trastorno por déficit de atención. Es en el año 2001 cuando el DSM-IV-TR, lo denomina trastorna por déficit de atención con hiperactividad o TDAH.
El déficit de atención con hiperactividad es el trastorno más común por el cual los niños acuden a los servicios de neurología y psiquiatría y a las consultas de psicología.
Es un trastorno recurrente ya que, estudios realizados en diversas comunidades, muestran que existen 17 casos por cada 100 niños. Puede existir cierta variación en los estudios que es debida a la edad de los pacientes o los métodos de evaluación o diagnóstico usados. Sin embargo, en la mayoría de estas investigaciones, se coincide que – en niños en edad escolar – la frecuencia es del 5% al 10%. Por tanto, si tenemos una clase de 40 alumnos, podríamos decir casi con seguridad que de 2 a 4 de ellos tienen TDA o TDAH.
Por otra parte, este trastorno es más habitual en los niños; de cada 5 niños afectados hay 1 niña. Pero, de nuevo, hay variación según los estudios y nos puede mostrar que por cada 3 niños con TDAH, hay una sola niña. Pero, ¿realmente es así? Parece que no; la realidad sería que muchas niñas no son diagnosticadas adecuadamente ya que muchas pueden presentar más ansiedad o problemas de aprendizaje.
El TDAH existe en todas las poblaciones estudiadas aunque las áreas, los estratos socioeconómicos o las razas sean muy diferentes. Entonces, diríamos que es un trastorno de difusión mundial.
Al buscar la causa orgánica de este trastorno, debemos decir que el TDAH representa una condición compleja cuya causa no es única y que es difícil de entender.
Podemos considerar que el TDAH es de dos tipos fundamentales:
Primario Es del 70 al 80% de los casos y son aquellos en que no existe una causa que lo explique en su totalidad por lo cual se le presupone un origen genético y, por tanto, heredable.
Secundario Se da en el 20 al 30% de los casos, en los cuales existe un factor causal: parto prematuro, uso de tabaco y alcohol por parte de la madre, durante la gestación, exposición a niveles elevados de plomo en la primera infancia, traumatismo cerebral si involucra a la corteza prefrontal y uso de medicamentos. Dentro de estos, seguramente, les resultará sorprendente que la desnutrición severa en la primera infancia, sea la primera causa a nivel internacional, ¿o, quizás no deberíamos sorprendernos tanto?
Si bien los factores anteriores han sido demostrados, por amplias investigaciones, como causas del TDAH hay otras “causas” que circulan y que, en realidad, son mitos como: factores dietéticos como el uso de azúcar, la falta de “buenos profesores” o la incompetencia materna o paterna para educar.
De forma incontestable, podemos observar la presencia de causas neuropsicológicas: de forma muy resumida, podemos decir que el TDAH se debe a un deficiente funcionamiento cerebral cuyo estudio lo realiza una ciencia llamada neurobiología.
Los hallazgos más relevantes en torno a estas últimas causas, son los siguientes:
Mediante RMN, se ha observado alguna alteración localizada en ambos lóbulos frontales y se ha descrito como un funcionamiento defectuoso de la corteza del lóbulo frontal y de sus regiones inferiores. Esto se ha denominado hipótesis frontosubcortical.
En algunos pacientes, se ha observado una disminución del lado izquierdo del circuito frontoestriado que se une al lóbulo frontal y es el que funciona, sobretodo, con el neurotransmisor dopamina.
En algunos pacientes, se ha observado que el cerebelo – órgano poco conocido, relacionado con la capacidad de prestar atención – tiene un volumen menor.
Si imaginamos el cerebro como un árbol, la sustancia reticular activante sería su tronco – de hecho, se llama tallo cerebral – La teoría de Mesulam, de 1985, fue una de las primeras que intentaba explicar el TDAH y, según esta, la sustancia reticular activante funcionaba mal y, por tanto, también lo hacían los mecanismos de despertar/alertar/atender. Actualmente, se sabe que esta teoría sólo explica parte de los síntomas.
Los neurotransmisores son sustancias cerebrales que comunican neuronas o grupos de ellas. Se ha descubierto que los pacientes de TDAH tienen una alteración en la distribución normal de los neurotransmisores lo cual explica la mayoría de síntomas.
Generalmente, solemos decir que son niños “inmaduros” a nivel neuropsicológico pero esté es un término muy amplio e impreciso. Digamos que lo que ocurre, en realidad, es un retraso de la mielinización con lo cual el sistema nervioso es ineficiente y ello causa TDAH, pero ¿qué es la mielinización? Es el proceso biológico según el cual el axón (tallo) de las neuronas se recubren de mielina (una proteína, como si fuera un cable que se recubre de un aislante) Dicho axón es el que une a una neurona con otra. Si este “aislante”, empieza a desaparecer, tenemos una grave enfermedad: la esclerosis múltiple.
Niños y adolescentes que se distraen fácilmente por lo cual estudian mejor solos o en grupos pequeños.
No muestran persistencia para realizar una tarea ya sea en casa, en el colegio o en el juego.
Si se les pide una tarea que implique esfuerzo, como matemáticas, suelen aburrirse.
Cambiar de una actividad a otra pero no acaban ninguna ya que cualquier estímulo les puede distraer pero, a veces, pueden concentrarse en una actividad si es altamente estimulante como, por ejemplo, los videojuegos.
La sintomatología incluye:
Los niños que padecen el mencionado trastorno se caracterizan por un pensamiento irreflexivo lo que conlleva ciertos riesgos en sus conductas. Por ello, solemos decir que muestran un bajo control de los impulsos, dificultades para concentrarse o para detener una acción – una vez iniciada- De la misma manera, no planifican sus tareas lo cual implica un elevado número de errores y, a su vez, les genera un importante sentimiento de malestar psicológico, acompañado de culpa El mayor problema, en estos casos, es que su diagnóstico suele ser tardío por lo cual, también, se les empieza a tratar tardíamente.
Su sintomatología incluye:
Se trata de niños que necesitan estar en movimiento constante, inquietos, suelen hablar tanto que llegan a aturdir a los demás. En la clase, son el exponente claro del alumno que no puede permanecer sentado demasiado tiempo, que se cambia de sitio, que habla o molesta a sus compañeros, con mucha frecuencia. Tienen prisa para todo y cierta torpeza motora por lo cual sufren accidentes frecuentes, especialmente, si su ingenio les lleva a hacer actividades “de riesgo” como, por ejemplo, trepar por un árbol
Su sintomatología más común es:
Una de las técnicas más novedosas y, sin embargo, más sencillas de aplicar, de bajo coste económico para los pacientes y sin ningún efecto secundario, aunque todavía no se puede encontrar en todas las consultas, se va extendiendo, y podemos encontrarlo en muchos gabinetes de psicología que ya lo vienen utilizando desde hace ya unos años, con éxitos destacados. Estamos hablando de la realidad virtual, las conocidas como “las gafas” que permiten al terapeuta cambiar distintos estímulos dentro de un mismo escenario para la mejoría del paciente.
En este caso, es especialmente útil para los pacientes que muestran ansiedad como trastorno comórbido o asociado y, también, para aquellos con problemas de inatención para los cuales se puede utilizar mindfulness o atención plena.
Bibliografía
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